Para nadie es un misterio que nuestro fútbol está cada día más alicaído y que ya no despierta el interés de los fanáticos del balompié y, curiosamente, ni siquiera el de los barristas más recalcitrantes.
La incomodidad comienza cuando se llega al recinto deportivo. La gente que osa ir en vehículo particular se arriesga a que le roben el móvil o a que se lo abran y le sustraigan piezas, sin contar que los estacionamientos, aquellos estadios que lo tienen, son reducidos, incómodos e inseguros. Pero a nadie le importa.
Para ingresar, empieza otro drama; la revisión de los bolsos, mochilas y casacas por intermedio de gente inexperta, una acción que por parte baja la podemos considerar como vejatoria. Ello sin contar que se debe llegar con al menos dos horas de anticipación o más, si el partido es de los que llaman de alta convocatoria, para esconder la expresión de alto riesgo como se usó en tiempos pretéritos y vaya que le venía bien esa consigna. Pero a nadie le importa.
Para que hablar de tener que acudir a los sanitarios lo que es normal cuando se está por tiempo prolongado y en exteriores. Sencillamente vomitivo, no encuentro otra expresión para reflejar aquella situación. Pero a nadie le importa.
Fíjese usted que el cotejo aún no comienza y ya su paciencia y ánimo comienzan a decaer. Así no se puede. Pareciera que a nadie en Quilín o en la directiva de los distintos clubes, ello les preocupa. Obvio que no, si el dinero de la televisión les va a llegar igual. Pero a nadie le importa.
Las canchas, salvo contadas excepciones son sencillamente malas, indignas de un trabajo profesional y de un espectáculo pagado que no es barato. Pero a nadie le importa.
Este declive del fútbol chileno se viene acrecentando ya desde algún tiempo y por más reuniones que se hacen no se avizoran tiempos mejores. Pero a nadie le importa.
En estos tiempos, en que las diferentes ligas de distintos países llegan a las casas de los hinchas con mucha facilidad, es muy fácil hacer comparaciones y obviamente que el alicaído fútbol chileno queda al debe y desincentiva al hincha a acudir en masa a disfrutar de un encuentro futbolero.
Me parece que sería conveniente que los dirigentes del balompié chileno y de los clubes profesionales se preocupen de ello, porque de lo contrario nuestro balompié podría lamentablemente seguir los pasos del boxeo, del automovilismo, del ciclismo y de otros deportes que prácticamente no existen, salvo honrosas excepciones.
Por ahora, quienes dirigen el deporte pasión de multitudes están al debe, pero a nadie le importa.