Este 12 de diciembre se conmemora el día de la Salud Universal, se conmemora con mensajes cada vez más apremiantes instando a pasar de la teoría a la práctica, ir a la acción. Que duda puede caber sobre la urgencia de hacer que las cosas ocurran, de pasar de las declaraciones de buena intención a las acciones que contribuyan certeramente al bienestar de las personas.
Efectivamente, cada vez es más necesario avanzar hacia “salud para todos y todas, sin dejar a nadie atrás”. Particularmente cuando la pandemia por COVID -19 nos pone desafíos cada vez más urgentes de resolver, no sólo para avanzar hacia servicios de salud resilientes, integrales e integrados sino para resolver aquello que quedó postergado, para recuperar la disrupción de servicios esenciales; en definitiva, para recuperar el camino hacia la salud universal.
Es en estos contextos que el rol de la academia -de aquellos que nos comprometemos con la formación de profesionales sólidos e integrales, capaces de abrazar la incertidumbre del futuro, con recursos, habilidades y competencias suficientes- no debe ser olvidado. Los y las estudiantes de hoy son los equipos de salud del futuro y desde allí, nuestra misión seguirá siendo repensar la educación y problematizar la salud de manera tal de contribuir a recuperar el rumbo hacia la salud universal.
La interdisciplinariedad, intersectorialidad e interseccionalidad sobre una sólida base científica, de humanización y ética, son, hoy día, conceptos ineludibles. Universidades abiertas y dialogantes con las personas y comunidades, atendiendo a las diversidades de los territorios, a las necesidades y preferencias de estudiantes y comunidades son claves para, efectivamente, pasar de la declaración a la acción con los equipos de salud. Avancemos hacia allá.