La crisis sanitaria a la cual nos vimos expuestos durante el 2020 y 2021, con pequeños atisbos de retomar la presencialidad en el año 2022, nos hizo naturalizar diversos espacios vacíos, entre los cuales el ámbito de la educación infantil se vio profundamente afectado.
Era natural, durante todo el periodo de pandemia e incluso en un tiempo posterior a ella, el no escatimar en resguardos, a fin de evitar contagios y secuelas propias de esta crisis, sobre todo considerando la primera infancia como una etapa vulnerable. Sin embargo, esta condición llevó a gran parte de la población a buscar ayuda y redes de apoyo para el cuidado de sus hijos fundamentalmente menores de 6 años, situación que se prolongó bastante tiempo después de la pandemia, ya sea por factores económicos, de comodidad, cuidado o de mayor seguridad.
Lo anterior, provocó en el tiempo una baja sostenida de asistencia de niños y niñas a establecimientos de educación parvularia, realidad que es absolutamente necesaria de visibilizar. Al respecto, datos de la Encuesta Casen, destacan que sólo un 48,8 % de niños y niñas dentro de rango de la Educación parvularia tienen una asistencia efectiva, por lo tanto ¿Qué sucede con el 51,2% restante?, ¿Qué educación están recibiendo nuestros niños y niñas?
Puede que efectivamente estas cifras se asocien a una desvalorización o desconocimiento en torno al sistema, lo cual hace que padres y madres no lo consideren lo suficientemente importante o necesario, no obstante, el desconocimiento en torno a los beneficios de una educación integral, oportuna y pertinente en la etapa más importante del ser humano, sus cinco primeros años de vida, marca grandes diferencias en cuanto a relaciones interpersonales, capacidad de resolver problemas, de comunicarse, respetar al otro, ser responsables, desarrollar la creatividad, entre otros aspectos, junto con estrechar la brecha de la desigualdad social.
El tomar conciencia en torno a cada uno de estos aspectos, hacen que efectivamente miremos al sistema de educación parvularia con otros ojos, con una proyección de desarrollo humano y social muy diferentes, lo cual nos permita en definitiva valorizar todo lo que la educación infantil nos puede otorgar y el impacto que esta tiene en la sociedad.