NACIONAL

Víctor Jara: quiénes eran Amanda y Manuel, los protagonistas de la mítica canción del cantautor nacional asesinado hace 50 años

9 Minutos de lectura

Te recuerdo Amanda

la calle mojada

corriendo a la fábrica

donde trabajaba Manuel

“Las canciones -dice Amanda Jara, hija del cantautor Víctor Jara- hacen sus propios viajes”.

El de “Te recuerdo Amanda”, posiblemente una de las canciones más rememoradas y versionadas del artista chileno, ha sido largo.

Viajó desde Inglaterra, donde Jara la compuso en 1968, hasta el campo chileno, donde el cantante se crio en la pobreza con sus padres, Amanda y Manuel.

Pasó por Santiago, donde vivía con su esposa Joan y sus hijas, visitó la fábrica del obrero, como la Amanda de la historia, y subió a la sierra, como su Manuel.

Atravesó las fronteras de Chile y –premonitoria- se adelantó a la oscuridad que traería el golpe de Estado de Augusto Pinochet para traspasar el tiempo y llegar, cuando se cumplen 50 años de su brutal asesinato, intacta en su belleza y fuerza hasta nuestros días.

Víctor Jara murió el 16 de septiembre de 1973, solo cinco días después del alzamiento militar que derrocó y acabó con la vida de Salvador Allende.

Lo mataron en el Estadio Chile, que hoy lleva su nombre, de 44 balazos después de ser torturado durante días. Sus verdugos le destrozaron la cara y las manos: “Ahora te quiero ver tocar esas canciones tan lindas, hijo de puta”, le dijeron.

La dictadura no consiguió, sin embargo, acallar su voz.

Canciones como “El derecho de vivir en paz”, “A desalambrar”, “El arado”, “El cigarrito” o “Plegaria a un labrador”, convertidas en himnos, se siguen escuchando a través de gargantas nuevas tanto en Chile como en el resto de América Latina o al otro lado del Atlántico, en España, porque, como él mismo escribió en “Manifiesto”, “canto que ha sido valiente, siempre será canción nueva”.

Y, quizás más que ninguna otra, “Te recuerdo Amanda”, a la vez una tierna historia de amor y un canto político que denuncia la explotación y la represión, encarna el espíritu de Víctor Jara.

La vida es eterna en cinco minutos…

La de “Te recuerdo Amanda” es la historia de una pareja enamorada. “Habla del amor de dos obreros, dos obreros de ahora, de esos que usted mismo ve por las calles y a veces no se da cuenta de lo que existe dentro del alma de dos obreros de cualquier fábrica, en cualquier ciudad, en cualquier lugar de nuestro continente”, explicó él mismo en uno de sus últimos conciertos.

Esos dos obreros no son nadie en particular y, sin embargo, podrían ser cualquiera. Amanda y Manuel se llamaban sus padres. Y también sus hijas, Manuela y Amanda.

Víctor Jara aseguraba que sus raíces estaban en el “canto del pueblo”, y desarrolló una obra comprometida socialmente. ARCHIVO VÍCTOR JARA

“Muchas de las canciones de mi papá tienen un arraigo, una raíz, como un ancla, y muchas veces tienen que ver con su propia vida, con sus experiencias, con las penas y las alegrías… son muy personales y, a la vez, muy universales”, relata a BBC Mundo desde Chile Amanda Jara, hija del cantautor.

Cuando su padre escribió “Te recuerdo Amanda” se encontraba lejos de su familia. Su otra pasión, la dirección teatral, le había llevado de gira por Estados Unidos y Reino Unido y allí, en Stratford-upon-Avon, la localidad natal de Shakespeare, recibió de su esposa Joan la noticia de que su hija pequeña, que tenía apenas 3 años y medio, había sido diagnosticada con diabetes.

“En la letra de esa canción conjugan muchas ideas, ideas de mi padre con su pasado y su identidad, hablando sobre un futuro y un compromiso de amor de pareja, pero también de amor hacia muchas convicciones de vida. Además está la fábrica, está la sierra… Entonces yo creo que de alguna forma, esa canción toca nervios más allá de la identidad chilena, o incluso de una identidad revolucionaria”, explica la propia Amanda.

Para el periodista chileno Freddy Stock, “Te recuerdo Amanda” es una canción premonitoria, que habla del amor más allá de la pérdida, y también una de las más profundas y hermosas que escribió el cantautor: “Víctor, aunque era un destacado comunista y un convencido militante, muchas de sus canciones, incluso las más ideológicas, nacen del amor. Él era una persona que escribía desde el amor”

Las canciones de Víctor Jara, como “El derecho de vivir en paz”, siguen escuchándose en protestas y manifestaciones, como ocurrió con el estallido social de 2019 en Chile. GETTY

Que partió a la sierra…

Si el amor era su motor, el compromiso social de su obra hunde sus raíces en lo que él mismo llamó “el canto del pueblo”.

Nacido en una familia campesina del centro de Chile, Víctor Jara se crio rodeado de música. Su madre, Amanda Martínez, era cantora popular, a la que invitaban para acompañar con su guitarra la alegría de las bodas y los bautizos, pero también la pesadumbre de los funerales, especialmente los de los niños, a los que se conocía como “los angelitos”, explica Mario Amorós en su recién publicada “La vida es eterna: Biografía de Víctor Jara”.

Su madre tuvo una influencia fundamental en su vida, a pesar de que la perdiera siendo adolescente, relata Amanda Jara, quien recuerda que su abuela siempre estaba presente en los relatos de su padre, incluso en sus canciones, como en “Despedimiento de un angelito”.

La relación con su padre, Manuel Jara, violento, alcohólico y ausente, fue mucho más complicada.

“La madre fue todo, fue el universo, su formadora en todo sentido y fue su crisol, que termina determinándolo también como artista, en su sensibilidad”, señala a BBC Mundo desde Chile Freddy Stock.

Como ocurría con muchas familias chilenas, sobre toda esa época en el campo, explica el periodista, “la madre llevaba las riendas del hogar y era todo en uno: era madre, padre, tío, hermano… porque los padres están ausentes. Mucho de lo que es Víctor se lo debe a su madre y a la educación pública chilena en esa época, no como la que tenemos ahora, que está sumergida en el mercado”.

El folclore en el que se crio y el compromiso social con los más desfavorecidos marcaron su obra, que está poblada de campesinos, obreros y oprimidos, y que fue adoptando cada vez un mayor peso político.

Con sus canciones y su militancia en el “socialismo a la chilena”, Víctor Jara se convirtió en una de las voces principales de la campaña que llevó a Unidad Popular y a Salvador Allende a la presidencia del país.

Que nunca hizo daño…

“La Nueva Canción Chilena”, de la que Víctor Jara fue su mayor exponente, “fue la que le dio cultura y épica a todo el programa de la Unidad Popular, el programa progresista y transformador que pretendía el gobierno de Salvador Allende”, explica Stock, que acaba de publicar una biografía del cantautor: “5 minutos. La vida eterna de Víctor Jara”.

Durante los tres años que duró el gobierno socialista, Víctor Jara volcó su compromiso con el éxito del proyecto. Fue un militante sin tapujos y puso su arte al servicio de una causa, intentando incluso incentivar los trabajos voluntarios para contrarrestar las numerosas huelgas a las que la oposición sometió al ejecutivo de Allende con canciones como “Qué lindo es ser voluntario”.

“Ahora que tenemos un Gobierno Popular, los trabajadores de la cultura tenemos una gran responsabilidad que cumplir”, reconoció él mismo en una entrevista en 1970. Y esa responsabilidad, ese rol, “no era solamente cantar en su escenario, sino luchar por la sociedad que le toca vivir, en la cual quiere dejar un legado”, sostiene Stock.

Militante comunista, Víctor Jara participó activamente en la campaña que alzó a Salvador Allende a la presidencia.
ARCHIVO VÍCTOR JARA

Allende siempre reconoció el papel que la cultura tuvo en su victoria, y es célebre su frase “no hay revolución sin canciones”, que dedicó a aquellos jóvenes artistas que ayudaron a impulsarlo a la Casa de la Moneda.

Pero los golpistas tampoco lo olvidaron.

Víctor Jara fue detenido en la Universidad Técnica del Estado el 12 de septiembre de 1973, un día después del alzamiento militar que derrocó a Allende.

Fue llevado, junto a otros profesores y estudiantes al Estadio Chile, que había sido convertido en un centro de detención.

Nada más llegar, un oficial reconoció a Víctor y dio una orden a un soldado: “A ese hijo’e puta, tráemelo para acá; a ese, a ese”. De un culatazo en el estómago lo hizo caer de rodillas y empezó a patearlo. “¿Así que tú eres el Víctor Jara, el cantor de puras mierdas? Yo te voy a enseñar a cantar canciones chilenas, no comunistas, hijo’e puta”. La escena la relata Stock en su libro, según el testimonio de otro sobreviviente del Estadio Chile.

Defensor del “socialismo a la chilena”, Víctor Jara se volcó con el gobierno de Unidad Popular, como en esta manifestación en apoyo de Salvador Allende el 4 de septiembre de 1973, posiblemente su última fotografía. GETTY

Muchos no volvieron…

Jara pasó cuatro días en el estadio, sometido a constantes torturas, pero con momentos en los que pudo refugiarse en el calor de otros compañeros de la universidad e incluso, a escondidas, escribir su último poema, “Estadio Chile”, también conocido como “Somos 5.000”.

Finalmente, fue separado de los demás y encerrado en una camarilla junto con el abogado Littré Quiroga, director nacional de prisiones durante el gobierno de Allende. Jara recibió 44 balazos y Quiroga 23.

Víctor Jara tenía 40 años.

¿Por qué esa saña con un músico? Freddy Stock lo tiene claro: Víctor Jara se había convertido en alguien peligroso para la dictadura. “Para la barbarie, la belleza es peligrosa. Para la barbarie el pensamiento es peligroso, y para la barbarie, el amor es peligroso y todo eso lo encarnaba de muchas maneras Víctor Jara”, señala el periodista.

Stock es uno de los muchos chilenos que crecieron bajo la dictadura de Pinochet escuchando en secreto a Víctor Jara: “Estaba prohibido escucharlo, y nos pasábamos los cassettes de unos a otros y tocábamos guitarra a Víctor como un acto de rebeldía frente a la dictadura”.

La tumba de Víctor Jara en Santiago se ha convertido en un lugar de peregrinaje para muchos amantes de la música y defensores de los derechos humanos. Foto de Mireya Leyton

Hoy, 50 años después de su asesinato, su figura sigue estando muy presente.

Mi padre como que vuela solo. Él está”, confiesa Amanda Jara, quien se emociona cada vez que viaja por distintas partes de Chile y “hombres o mujeres, algunas viejas, otros jóvenes y hasta niños me cuentan que lo tienen en su corazón y hablan, desde su experiencia y desde su sensibilidad, qué significa Víctor para ellos o ellas. Eso es impresionante. Pero esa es la música, ¿cierto? La música hace eso”.

La familia siente esa presencia como un regalo y, de alguna forma, como una reparación.

“Ahí sí que se ha hecho justicia, en cómo mi papá está instalado en la memoria colectiva, no solo chilena, también en Latinoamérica”, considera la hija del autor.

La otra justicia, la penal, ha llegado con medio siglo de retraso.

El pasado 28 de agosto, la Corte Suprema de Chile ratificó la sentencia que condenaba a siete militares a prisión por el secuestro, tortura y asesinato de Victor Jara y Littré Quiroga.

Raúl Jofré González, Edwin Dimter Bianchi, Nelson Haase Mazzei, Ernesto Bethke Wulf y Juan Jara Quintana y Hernán Carlos Chacón Soto fueron condenados a 25 años de prisión por homicidio y secuestro.

Otro inculpado, Rolando Melo Silva, recibió una condena de 8 años por encubrir los crímenes.

Chacón Soto se suicidó un día después, cuando iba a ser detenido y trasladado a prisión.

Imagen de una ausencia: Joan y Víctor Jara, con sus hijas Manuela Bunster (hija de Joan y el bailarín Patricio Bunster) y Amanda (en el suelo) en 1972 y la familia sin Víctor en 2018. Foto de Antonio Larrea

Te recuerdo, Amanda…

“Han pasado tantos años que se hace difícil sentirlo como justicia o consuelo”, ha dicho la familia, que ve en la ratificación de la sentencia una señal del Poder Judicial de que “aunque sea complejo y largo el proceso, ya que las Fuerzas Armadas no entregan información, estos delitos serán juzgados”.

Aún quedan, reconocen sin embargo, “muchos casos por esclarecer y nada ha terminado”.

Chile, lamenta Amanda Jara, “sigue teniendo dificultades para tener un relato con mínimos comunes”, de ahí la importancia de la Fundación Víctor Jara, que inició su madre Joan y en la que participa también su hermana Manuela Bunster, para seguir promoviendo la transformación social a través del arte y la cultura y ahora también del deporte comunitario, con la reciente formación del Sitio de Memoria Estadio Víctor Jara.

Mi papá es como un paraguas que cobija una necesidad de país, creo yo”, apunta su hija. Un paraguas que estuvo muy presente en el estallido social de Chile de 2019, donde “El derecho de vivir en paz”, un himno compuesto pensando en el pueblo vietnamita durante la guerra, cobró nuevos significados.

Como “Te recuerdo Amanda”, compuesta desde la distancia con el pensamiento puesto en una hija, una madre y un país añorado, “las canciones son siempre en un contexto”, cuenta Amanda Jara.

“Y cuando salen del contexto, se transforman. Las canciones hacen sus propios viajes”.

BBC News Mundo – Paula Rosas. Edición Tus Noticias


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